Miradas al paisaje
Artes y Letras. EL MERCURIO.
Waldemar Sommer
Un tema pictórico de siempre, el paisaje, se interpreta de tres maneras diferentes por dos pintoras, en el Instituto Cultural de Las Condes; por un autor con trayectoria, en Sala Gasco. Este último, Pablo Chiuminatto, expone nuevas miradas de un argumento al que se ha mantenido fiel. Así contrapone a sus actuales series panorámicas de 2006, fotografías en sepias de 1998. Pero, ajeno a toda concurrencia humana, el mismo protagonista resulta mucho más subjetivo mediante delicadezas de acuarela, témpera u óleo en grados diversos de monocromía. El dinamismo cambiante y la importancia capital de claridades y oscuridades, permiten hablar de sugerentes cuadros de luz. Y junto al protagonismo luminoso, las fuertes síntesis que traducen las sensaciones visuales y anímicas del pintor, a partir de variaciones sobre panoramas campesinos, arquetípicos del Chile central, terminan por situar a buena parte de ellos dentro de ámbitos abstractos. Láminas y lienzos oscilan entre los todavía figurativos -tres vigorosos “Otros paisajes”- y la abstracción de doce cartones -“Atlántico”- vertidos a través de un bien desarrollado y bastante más coloreado tránsito desde la noche al pleno día.
Lo mismo que Chiuminatto, una de las expositoras de Las Condes opta, como asunto y como factura, por el paisaje chileno convencional. Se trata de la joven María José Concha. La estrecha vecindad física con su colega de exposición vuelve inevitable la comparación. En el caso de Concha, negros, blancos, grises y ocres terrosos son sus colores para salvajes panoramas del Chile austral. Aunque tiende a apartarse de lo reconocible, no faltan tupidos follajes con algún árbol atormentado -recuerda éste a Isabel Saa- o masas montañosas delatores de lo real. Su factura, pródiga en chorreos y manchas, ofrece cierta tosquedad que subraya el carácter dramático de estos óleos sobre tela. Sin embargo, lo que nos parece más interesantemente personal de la autora corresponde a la muy gráfica y poco figurativa “Patagonia gris y blanca”, de 2007.
Por entero diferente a la pintora anterior y a Chiuminatto, en el mismo instituto Patricia Claro nos propone visiones verdaderamente originales del paisaje. Quietos, serenos, líricos, sus rincones intimistas saben sintetizar la morbidez acuática, la luz sobre y desde ella, la peculiar vegetación adaptada al agua, conviertiéndolos en el más unitario conjunto natural. Pese a su particularidad paisajista, bastan para transmitirnos con plenitud la honda sensación de hallarnos envueltos por una naturaleza global, valedera para cualquier lugar del mundo. Pero, asimismo, estas impecables telas con acrílico y óleo, de verdes y azules predominantes, muestran acercamientos diferentes al modelo.
Así, las cuatro en formato más pequeño, de 2005, tienden a una abstracción con intenso sentido ornamental. En uno de ellos, al mismo tiempo, la marcada textura le quita esa suavidad y calma, típicas de la artista.
Por el contrario, mientras mayor resulta el tamaño de estos cuadros, más se identifican con el realismo. Por ejemplo, en los grandiosos “Corte I, II y III”, de 2007, aquellos protagonizados por armoniosas ondas acuáticas en alguna medida emparentan su indiscutible belleza con el hiperrealismo notable de Simon Estes.
Luego de la calma silenciosa que provocan los atractivos paisajes antes comentados, pasar en el instituto de Las Condes a las salas que exhiben el más reciente World Press Photo significa para el espectador sumergirse en la más vocinglera y anecdótica actualidad. Reina en ella la violencia. Y se trata de violencia en relación a las guerras de hoy; También a través de la diversión, del deporte, de la naturaleza, de la actitud en el retrato individual. No obstante, a pesar de la condición eminentemente periodística y documental de estas fotografías, no faltan unos pocos aciertos que obligan a detenerse en ellos. Destaquemos, de ese modo, al estadounidense Spencer Platt; al israelí Oded Balitz; al noruego Espen Rasmussen, el único participante capaz de manifestar, por partida doble, esperanza.
CLAVES
Ojo con la serena belleza sensorial que consigue Patricia Claro en su personal interpretación del paisaje.