Una epistomología pictórica
La pintora indaga sobre las posibilidades del conocimiento. Las verdades e ilusiones del flujo mental. Un paisaje hecho de agua.
Por Gina Benvenuto
Pinta aguas. Pero más que aguas pinta el tiempo y la luz. La distorsión. El cambio. Un sector del río Bueno, un tiempo de su agua que fluye, lo detiene con su cámara fotográfica -hasta mil veces en una jornada- y luego ese registro fotográfico lo trabaja en el computador para posteriormente hacerlo pintura y también video.
Es densa la visualidad pictórica y mental de su trabajo. No es sólo el agua reflejada. Es de otra cosa de lo que nos está hablando Patricia Claro -diseñadora y licenciada en artes, además de profesora universitaria- que entró en la etapa madura de su vida al circuito del arte. Y con éxito.
Su trabajo aparece como una epistemología. Es decir, como una reflexión sobre la posibilidad o no del conocimiento del otro y de lo otro. Habla de lo feble y se ayuda para eso del agua. La artista se conmueve con ella e indaga en los fenómenos de la percepción y la conciencia. Sobre el alcance de nuestro saber; los límites de nuestras certezas. La realidad y su sombra. La ambigüedad en la coexistencia de opuestos.
“Las Meninas” del pintor Velázquez y la frase “Yo soy otro”, del poeta Rimbaud, son algunas claves estéticas que pueden ayudar a comprender las profundidades en las que se sumerge la artista, y que generan una obra tan potente y original. Una pintura mental sobre el pensamiento y las posibilidades de caer en la ilusión o en la verdad. El pensamiento como flujo. El pensamiento quebrado, interrumpido.
Es como si las ondas acuáticas fuesen también ondas cerebrales.
Su arte es un bullicio silencioso y bello. La relación del hombre consigo mismo y la relación de éste con la naturaleza. Una lupa puesta sobre el espejo de ambos. La memoria del agua y la memoria del hombre. Una danza, un baile, “Bailarina de aguas transparentes” como dijera el poeta Parra, refiriéndose a su hermana Violeta.
El pliegue. La suma de todas las posibilidades del instante y del encuentro. La verdad de lo ilusorio y lo ilusorio de la verdad y de cómo lo no existente materialmente tiene replegado el germen de la posible materialidad.
El agua -una materia líquida- puede contener al robusto árbol. Un piedrazo, una gota de agua y todo el paisaje se corta. Como agua para el chocolate.
Su agua es un agua viva. El agua de Tales de Mileto. También el agua telúrica, relativa al planeta Tierra, donde todo está rodeado del vital elemento (el planeta azul), pero sólo una proporción muy mínima de ésta es pura y disponible para consumo humano.
Este vital elemento, que recibe la forma de su continente, se encuentra naturalmente en los tres estados de la materia: líquido, sólido y gaseoso. Es una materia sublime.
Y por sobre todo lo anterior, el agua cristalina tiene la particularidad de reflejar y refractar la luz. La artista se reúne con cierta frecuencia con un estudioso de la física en su entusiasmo por acercarse teórica y prácticamente a la comprensión de qué está hecho el mundo visible y el no visible. Cómo es que los podremos llegar a conocer.
¿Qué ideación simbólica late en el concepto de la repetición que vemos en la génesis de tu obra y en la de varios artistas contemporáneos?
Heráclito dijo: “No podemos bañarnos dos veces en un mismo río. Todo fluye y nada se detiene”… Mi realidad es la del cambio y es lo que no termino de investigar. Mi proceso pictórico intenta ser parte del ritmo natural de ese río que he capturado repetidamente con la cámara digital que, junto a mis descubrimientos técnicos, me determinan los pasos a seguir y las imágenes a abordar. Actualmente estoy trabajando en pintura de secuencias para colocar la pintura -un medio estático- en una relación simbólica con el movimiento.
¿Quién te interesa del circuito internacional del arte actual? ¿Hay alguien que cautive tu imaginación creativa?
Andy Goldsworthy y Olafur Eliasson por sus exploraciones en torno a los fenómenos de la naturaleza. Vija Celmins y Paul Noble por su estricta entrega a la manualidad, desarrollando obras asombrosas y heroicas a la vez, donde se percibe una mano delicada y dedicada.
¿Cómo ves a la generación joven de estudiantes de arte?
Es un mundo heterogéneo y sumergido en un exceso de información visual, donde el objetivo de cada uno es acercarse a su obra esencial. La carrera de arte es una forma de relacionarse con la realidad desde lo más interno y personal de cada uno y toma su forma en la visualidad de la obra creada.
¿Cuándo una obra deja de ser sólo creativa y alcanza el sustrato de obra de arte?
Una obra de arte debe revelar la presencia del autor, de su interpretación, de ese ojo que define un determinado tiempo, de esa mirada que logra trascender y darle un contenido y significado a la relación tema/técnica. La obra finalmente es su autor.
¿Dónde radica la trascendencia del quehacer creativo de un país como el nuestro, ubicado a un extremo del mundo? ¿Dónde visualizas la identidad de lo chileno en el hacer de tu arte?
Estar en un extremo del planeta es un valor, y tomando en cuenta los problemas medioambientales, debemos centrar y focalizar nuestra imagen de país en las reservas naturales que entrega nuestro territorio, y desarrollar energías limpias para nuestro progreso. Una forma de educar y preservar es indicar o mostrar a través del arte estos recursos. Esto explica también en parte la vuelta del realismo en las generaciones de artistas jóvenes, no sólo en Chile, sino también en el mundo. Se vuelve la mirada hacia el entorno natural. Se observa, se describe y se reinterpreta.
¿Nuestro cerebro no podría estar modificando su conformación biológica y/o funcional si –como afirma Lamarck- la necesidad crea, hace al órgano? Te lo pregunto porque pensé en esas cuestiones frente a algunos de tus trabajos.
Si colocamos un paisaje de agua, pintado en siglo XVIII, al lado de una de mis pinturas, percibiremos una diferencia de época. “El ojo” de ambos artistas es distinto. Ambas miradas están filtradas por la experiencia individual. El paisaje de agua del siglo XVIII seguramente será un registro pictórico in situ, y el mío una mirada mediatizada por la tecnología, donde la imagen registrada del lugar percibe lo que el ojo del primer artista no podía captar. O sea, el estar expuesto a los avances tecnológicos nos permite presentar imágenes nuevas y avanzar en la visualidad junto con el tiempo donde nos ubicamos cronológicamente. Esta adaptación requiere sin lugar a dudas una modificación en las estructuras de la mente.