Arte en 2007: Pobre por fuera, rico por dentro
Artes y Letras, EL MERCURIO.
Waldemar Sommer.
Respecto al habitualmente pobre panorama de las exposiciones venidas desde el exterior -pareciera detenerlas nuestra Cordillera de los Andes-, el año que recién termina no mejoró. Nada más que cuatro con obras únicas resultan destacables. En primerísimo lugar, la del gran escultor contemporáneo británico Tony Cragg. Sus fantásticas metamorfosis del objeto merecieron nuestro Premio del Círculo de Críticos de Arte.
Otras visitas valiosas fueron, en cambio, asomos al pasado: las piezas arquelógicas españolas y los íconos rusos de los siglos XV al XVIII. Agreguemos a ellas el mostrario de arte coreano actual, encabezado por los hirientes hombrecillos de Dangwood Lee y por el video alrededor del dólar, de Joonho Jeon. El resto de los conjuntos visitantes más atractivos se limitó a trabajos en ediciones múltiples: el excelente homenaje a Picasso -grabados de los mejores artistas del siglo XX-, los dos conjuntos de fotografía alemana actual-Höfer, Polke, los Becher, etc.-, la retrospectiva del fotógrafo suizo-norteamericano Robert Frank. De la desigual selección Bienal de Sao Paulo hay que recordar las fotos de Pieter Hugo y los videos de Abdessemet, de Abdul.
El ámbito nacional sí produjo varias exhibiciones importantes. En el campo de la escultura, maravilló la retrospectiva de Francisca Núñez y sus monigotes delirantes. Otro recorrido de décadas se está dedicando a Marta Colvin. Con volúmenes recientes
se presentaron Teresa Gazitúa-metáfora pétrea del río chileno-, Tatiana Álamos y sus exóticos mestizajes, bonitas maderas de De la Puente, los cochayuyos de Lise Moller, Marcela Correa, David Cofré, Javier Arentsen y un nombre nuevo, Mauricio Garrido, con cajas y un ensamblaje sobre E. A. Poe.
La gráfica tuvo las siluetas poderosas de Eduardo Vilches, la inventiva de Javiera Moreira, los afiches cinematográficos del dúo Muñoz-Villena, trabajos de Óscar Concha y de Jorge Lankin. También promisorias novedades, como Constanza Cox, Adelaida Larraín,
Andrés Heisen y Manuel Feliú. En el género de los videos fueron muy interesantes los de la desconocida Ingrid Wildidocumentales-
y el de Alicia Villarreal -museo de barrio-. La fotografía chilena alcanzó grandes momentos con las emocionantes “Cautivas” de Jorge Brantmayer, con los rigurosos fotomontajes de Sachiyo Nishimura, con las visiones singulares de Silva-Avaria.
Una cita reunió, asimismo, fotógrafos de Francia, Argentina y Chile. Las instalaciones, por su parte, hallaron ejecutores como Godoy y Rosennmann -espléndido “El Teniente Bello”-, como Beatriz Leyton-ilusión figurativa con luces y alfileres-, Aninat-Swinburn, Rubén Castillo, Josefina Fontecilla, Yennifer Becerra e Isidora Correa. Bárbara Palomino fue una atrayente primeriza.
Resta destacar lo positivo en el terreno de lo pictórico. Comencemos por artistas con futuro: Maite Izquierdo, Salvador Amenábar, Felipe Cusicanqui y Patricia Claro. En el otro extremo estuvieron las retrospectivas de Roser Bru -siempre con garra-, el nutrido conjunto de Carlos Altamirano y el muy reducido de Matilde Pérez, Ruperto Cádiz y René Poblete.
Ya dentro de los muestrarios de pinturas recientes cabe recordar lo de José Balmes -en plena vigencia-, Roberto Geisse -homenaje a la piedra-, Ricardo Yrarrázaval -el hombre bajo la mira digital-, Rodrigo Cabezas, Gracia Barrios, Ximena Cousiño -progreso inesperado-, Bruna Truffa y su irónica encarnación china, Jorge Tacla, Josefina Guilisasti, los collages de Eliana Simonetti, los sueños de Catalina Prado, los cisnes de Patricia Israel; Benmayor, Pablo Chiuminatto, Leonardo Murialdo, Paz Lira, Angela Leible y sus caballos.