Instalaciones en el MAVI
Artes y Letras, EL MERCURIO
Domingo 29 de julio de 2007 Hasta el 23 de septiembre:
YENNYFERTH BECERRA y otros 14 artistas “Haber” MAVI WALDEMAR SOMMER Tampoco el género instalación se libra del academicismo reiterador de fórmulas más o menos gastadas. Es lo que comprobamos en el actual conjunto de 13 obras de esa clase que nos propone el MAVI. Abundan los nombres poco conocidos; no obstante, hallamos algunos autores atractivos. Descuellan cuatro artistas más experimentados. Sin duda, la dupla Catalina Swinburn-Teresa Aninat proporciona la instalación más genuina y más hondamente conceptual. Consta de un par de grandes fotografías y un extenso políptico de rectángulos de cuero marcados a fuego con una palabra y una fecha claves; además, forman una cruz central. Se logra, así, la personal rememoración de un hecho trágico que ha involucrado a dos visiones del mundo contrapuestas. Formalmente bien equilibrado, el aporte de Yennyferth Becerra se tiñe de poesía a través de blanco cableraje, de luces y palabras doradas; recordando al Brugnoli de hace años. Isidora Correa, por su parte, recurre a sus característicos perfiles de muebles de madera, esta vez fragmentados. Por desgracia, de la talentosa María José Ríos hay que decir que su aglomeración de objetos muy suyos resulta superficial y, sobre todo, incoherente.
Entre los participantes de menor trayectoria, Max Corvalán-Pincheira maneja con imaginativo humor dos distintos carnets de identidad, haciendo actuar con vehemencia -video digital- a sus respectivos identificados. Otra sensibilidad es la geométrica de Valeria Burgos. Su alternancia cromática de tubos fluorescentes -en la línea del venezolano Soto- merecía un desarrollo espacial mucho mayor. El polvo casero santiaguino resulta el protagonista de Karen Fuenzalida. Lo recoge a través de un video y de una alfombra decorada, debajo del televisor. Por último, si Nicolás Grum sabe usar escultórica y juguetonamente simples cajas de cartón, Rodrigo Bruna retoma su peculiar material: con bolsas de panadería al lado, panes tostados forman un amplio mosaico de monocromía delicada.
Mucho menos conocidos que los instaladores anteriores resultan, en general, los 51 pintores seleccionados por el Concurso Marco Bontá, del MAC. Pocos de esos cuadros merecen recordarse. De los tres premiados no cabe más que mencionar, como curiosidad, la tela de Gonzalo Vargas: un sencillo dibujo obtenido por la quema del sol a través de la lupa. Sí emergen del todo convincentes las contribuciones del conocido Sebastián Leyton -muy bien pintado asunto magrittesco, además de desplegado con inventiva-, de Patricia Claro, Felipe Cusicanqui, Bárbara Mödinger, Catalina Mena y Christian Correa.
Ojo con el imaginativo sentido plástico de la dupla Swinburn-Aninat, materializando visualmente conceptos hoy de especial actualidad.