Exposición: El tiempo y los ríos no fluyen hacia atrás
María Olga Giménez. Licenciada en Artes y Literatura.
El tiempo y los ríos no fluyen hacia atrás corresponde a la segunda muestra individual de Patricia Claro en la galería Animal. Esta exposición es el resultado de un proceso de estudio e investigación en torno al agua y sus características, donde la observación rigurosa de la realidad ha permitido a la autora acercarse al conocimiento de las leyes naturales que determinan los atributos propios de este elemento.
En unión con lo anterior, la artista desarrolla un estudio en torno a la idea de tiempo, donde explora el mecanismo interno que otorga al agua la capacidad de fluir de modo permanente. El video que complementa la muestra pictórica representa una síntesis de este estudio, mostrando la variación de la intensidad lumínica a lo largo de un día, dando cuenta de una serie de cambios que experimenta el agua en su escenario natural. La secuencia de imágenes que entrega el río en forma ininterrumpida evoca la idea de infinitud, ya que el agua no cesa de reflejar y espejar, rebasando los límites del encuadre y la temporalidad de la toma escogida. Esta temporalidad de la toma (que representa un instante inexistente en tiempo presente), contrasta con la idea del eterno fluir presente en el agua y es el sustrato de la reflexión que la autora hace en relación al tiempo. La estrategia utilizada por la artista se desarrolla a partir de tomas fijas que son manipuladas por medio de abatimientos, cambios de dirección y tomas sincronizadas, entre otros; cuyo objetivo es recrear la presencia del río de la forma más vívida posible. El video representa una puesta en escena del río que es fuente de las imágenes pintadas.
La idea de tiempo presente tanto en el video como en la secuencia pictórica se relaciona con la teoría de Heráclito donde el movimiento es considerado como el fenómeno característico de todo cuanto existe. La conocida frase “nadie se baña dos veces en el mismo río”, extraída de la obra del filósofo presocrático mencionado, hace alusión a la condición cambiante de todo lo que forma parte de la realidad, a partir de la cual su identidad se define en un determinado espacio y tiempo, mutando de acuerdo al proceso de cambio de ambos factores. Heráclito utiliza la imagen de un río para representar la naturaleza temporal de la realidad, por ser éste el elemento que mejor manifiesta o evidencia el paso del tiempo y la singularidad de cada instante vivido. De acuerdo a esto, el paradigma descrito sustenta el título de la exposición. La fugacidad de las imágenes espejadas en el agua y su carácter único e irrepetible otorgan al trozo de río escogido por la artista la condición de ser algo sagrado, pues se está frente a un panorama que sólo se da en ese espacio-tiempo, que existe solamente una vez. Es finalmente el río quien manda y determina las imágenes que posteriormente serán representadas a través de la pintura.
La muestra representa una secuencia de imágenes de una misma porción de agua, donde la continuidad entre ellas está dada por distintas fracciones de minuto. De esta manera, la temporalidad de la secuencia abarca únicamente 8 segundos, tiempo aproximado que demora una onda en expandirse hasta desaparecer. A la representación del movimiento del agua se une la variación en la intensidad de la luz, simulando el proceso de iluminación del sol a lo largo del día, dando a conocer la transparencia del agua y su capacidad de espejar lo que la rodea.
Esta creación pictórica es posible gracias a la interrelación entre naturaleza y técnica que se da al interior del proceso creativo de Claro, donde lo predecible –representado por la captura digital- confluye con lo impredecible y azaroso –el agua en su entorno natural-, conformando la tríada: naturaleza-técnica-cuadro. El uso que la artista hace de la tecnología contemporánea da cuenta de la presencia de un taller intervenido, donde la minuciosidad y lentitud de lo manual se asocia a la eficacia y arbitrariedad de lo técnico, construyendo un sistema que define las estrategias de su estilo particular.
Para comprender en su totalidad la creación de la artista es necesario remitirse al escenario donde se origina la obra. La fotografía del instante es producto de un seguimiento detallado y fiel de cada proceso de transformación que ocurre en la naturaleza, donde la artista es testigo de los ciclos del agua conforme suceden las estaciones del año. Esta observación rigurosa y constante demuestra una adecuación personal de la autora al ritmo del río que le sirve de fuente de imágenes, quedando sujeta a sus cambios y adaptándose a ellos, con el fin de hacer una representación fiel a la realidad. Ser testigo del proceso de cambio del agua conforme a su tiempo particular y adecuarse a él, año tras año, es muestra de la nobleza de su proceso creativo, al manifestar una actitud desinteresada o de gratuidad respecto al agua, asemejándose a la actitud de ésta cuando refleja espontáneamente el entorno que la rodea.
La adecuación de la artista a los distintos ritmos y ciclos de la naturaleza otorga a su estilo una particularidad, definida por la presencia de diversos tiempos a lo largo del proceso. Un primer tiempo corresponde al propio de la naturaleza, escenario a partir del cual es captada la imagen que posteriormente servirá de sustrato pictórico; mientras que un segundo tiempo está dado por el proceso de creación, donde el ritmo depende de las cualidades de los materiales que se utilizan y de la sofisticación técnica con que aborda la figuración a través del recorte. Ambos tiempos implican una espera por parte de la artista. Esta actitud paciente corresponde a su ritmo personal, que se une al ritmo de la naturaleza para poder capturar la imagen y representarla. Los ritmos del agua no se pueden intervenir, así como tampoco puede intervenirse el ritmo de las pinturas y del proceso creativo.
La actitud paciente de la artista a lo largo del proceso de creación se relaciona con la disposición interior que se sugiere en el Tao Teh King o libro de la sabiduría taoísta, donde la contemplación de la naturaleza constituye una de las vías para acceder al sendero del conocimiento.
De acuerdo a esto, es posible establecer determinados vínculos entre el estilo de Claro y algunos principios de estética oriental. Uno de ellos lo constituye el modo en que la artista se enfrenta a su objeto de estudio, pues implica de su parte una des-personalización para lograr la asimilación o internalización del tiempo de la naturaleza. Únicamente de este modo le será posible percibir y reconocer las características particulares del agua: su no-identidad, su no-forma, su ausencia de colores y su transparencia; identificándola como una ‘soledad sonora’[1].
“No siendo, podemos contemplar su esencia. Siendo, sólo vemos su apariencia.”[2]
Esta cita del texto taoísta hace alusión a la oposición existente entre el movimiento y la quietud, expresando que la contemplación de la realidad se relaciona con el no-ser; mientras que ver únicamente su apariencia es producto de ser. El mensaje del libro taoísta consiste en la descripción del modo de vida que permite contemplar la realidad y, de esta manera, asegurarnos el conocimiento de la verdad. La esencia de la realidad se identifica con el tao, el cual contiene y a la vez sostiene todo lo que existe en el mundo manifestado. Esta característica contenedora del tao lo hace ser semejante al agua, ya que ésta (tal como lo muestran los cuadros de la autora) es capaz de contener todo el paisaje -desde el cielo a la tierra-, y a la vez espejarlo con fidelidad y desprendimiento. Este rasgo propio del agua está presente en la obra de Patricia Claro, a partir de la cual es posible reconocer y comprender la idea de vacío taoísta.
“La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares
que más desprecia el hombre
y,…así, está muy cerca del Tao.”[3]
La identificación entre el Tao y el concepto de vacío permite indagar en la dialéctica existente entre el agua y el entorno, donde la imagen es producto del reflejo de las ondas de luz que rebotan desde la superficie exterior. El agua necesita del árbol para mostrarse, pues no puede manifestarse por sí misma.
Comprender y estudiar el vacío, diferenciando la significación común del término de su acepción taoísta, ha sido un aporte sustancial en el desarrollo del camino creativo de la artista, particularmente en su aspecto conceptual y marco teórico. Percibir el agua como una ausencia que es también presencia indefinida e infinita de nuevas imágenes, le ha permitido utilizar el concepto de vacío como estrategia pictórica.
Otro punto de encuentro entre la estética de la autora y la oriental está dado por el uso del recorte como método para la construcción de filtros de luz. Una antigua técnica de recorte china, que data del año 200 A.C., consistía en el uso de tijeras pequeñas y cinceles para cortar el papel. Los recortes eran colgados de las ventanas, filtrando la entrada de luz. Era una forma de dibujar y lo llamaban “papel cincelado”. Esta técnica se relaciona con la forma en que la artista aborda el dibujo, puesto que a través de un recorte que define la luz, semejante a una “máscara cincelada”, crea el efecto de luz en el cuadro. El recorte es realizado con tecnología láser, permitiendo graduar la intensidad de luz sobre la superficie. Esta luz “hecha a mano” da dinamismo a la imagen representada, creando el efecto de movimiento en la medida que representa las ondas producidas por las corrientes. Cada trozo sin enmascarar es una ventana que permite la entrada de haces y fotones transformados en materialidad pictórica, que definen la imagen y dan origen a los reflejos deformados del entorno, que a su vez dan pistas sobre lo que hay en el exterior.
Es imprescindible señalar que el estudio de Claro en torno a las cualidades del agua se relaciona con la investigación biodinámica realizada por Rudolph Steiner, donde el agua y sus características es estudiada en relación a su entorno y sistema del cual forma parte, considerándola como un organismo vivo. El trabajo de la autora da cuenta del comportamiento del agua frente a determinadas condiciones climáticas, geográficas y temporales, entre otras, situando su obra al interior de la hidrografía del planeta y su ecosistema. El agua escogida por la artista como sustrato de su obra corresponde únicamente al 1% de las aguas del planeta (porcentaje de agua dulce que no está congelada en los glaciares, ni permanece en capas subterráneas)[4]. Por esta razón, realizar un estudio centrado en la fugacidad del tiempo y su relación con las imágenes que el agua espeja consiste en un rescate o llamado de atención al espectador, en un intento por volcar su mirada hacia esa porción de agua en extinción y su particular belleza.
[1] Luis Racionero, Textos de Estética Taoísta. Editorial Alianza: Madrid, 1999. P. 52.
[2] Lao Tse, Tao Teh King. Editorial Sirio: Buenos Aires, 2004. P. 11.
[3] Ibid. P. 25
[4] Fuente: National Academy of Sciences. Washington, DC. September 2011.